domingo, 8 de septiembre de 2024

El simulacro de estos tiempos amargos.

Siempre me he preguntado porqué las guerras tienen normas, tratados, tribunales que las encuadran en lo factible,cómo deben de desarrollarse para estar dentro de unos cánones de muerte, si sólo se trata de inexistencializar al otro, de matarlo,de sacarle las tripas y los ojos, de evaporar su polvo por las cloacas de la historia. Un borrar la memoria del que nunca haya existido. Que dejen a las guerras seguir su curso y podamos ver de verdad el horror humano. Entonces no mentirán los periódicos , ni la propaganda oficial tendrá cuajo para simular una realidad edulcorada en las pantallas de un centro comercial, ni será tan terrible justificar la verdad en nombre del progreso. Lo que siempre ha molestado es la presencia del otro, la risa que subyace a la vida, la mirada inocente de un niño que no entiende de horrores religiosos, ni geoeconómicos, ni mediáticos, ni quién tiene más grande el libro. Vivimos en un simulacro de casi todo, como aquel mapa ficticio de la historia de Silvia y Bruno de Lewis Carroll, que tenía una escala de una "milla por milla" y uno de los personajes advierte "ahora usamos el pais mismo como su propio mapa". Sólo vemos la muerte cuando nos acontece a nosotros mismos, cuando la vemos venir de cerca con la guadaña para cercenarnos de un tajo y a veces ni eso.
Andamos engañando al tiempo con un futuro pasado, al espacio con fronteras que no existen, a la misma historia que nunca nos han contado, porque la guardan celosamente en un lenguaje extraño, indescifrado sin relatos interesados. Ésos que no quieren que sepas que, sin la inocencia de los niños, no gira el mundo que nos da sustento.

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