lunes, 27 de julio de 2020

 Sentía que el alma se deslizaba por el viento
que la noche la guiaba en una gran ola azul.

El viejo abría su corazón al sol del verano
a la brisa que vuelve del fondo de una espera.

De donde era el silencio de una mañana, salían
conjugadas lágrimas y llanto como ceniza de agua.

Como ilusión de vida al otro lado de la nada.
Por ella vivía y por aquel revuelo de tiempo

que voltean limpias en luz sábanas blancas.
En el desván de las quimeras y las horas rotas,

donde juegan colgados los nidos de golondrina
con el sueño cansado de una cornisa, por ella vivía.

Y por ella esperó. La vió llegar. Abrió la ventana.
Dejó un puñado de semillas debajo del nido.

Era todo lo que tenía....

                                                 D.Milà