lunes, 16 de enero de 2017

(De la verdad de Eva)

Nada estaba escrito. Le largaron al mundo sin darle guión ni aliento. Le dijeron que había otras como ella. Y buscó la paz de las otras debajo de las piedras. Y la soledad de pronto cubrió su cama,  y acarició el sueño de ser otra. Y las otras le robaron poco a poco las entrañas.

Sin corazón que la guiara abrazó la fe de las hipócritas, reventó la razón a dentelladas, cazó a mordiscos las estrellas una a una con rabia y exhausto el cielo destrozado se vino abajo en una tormenta de noche líquida.  

Sin tierra que alimente el árbol de la vida se agarró desnuda al vientre de la nada, sin nadie que llene su alma vacía, se fundió con gritos al viento del alba.
Y avanzó por remolinos púrpura hasta la playa de las ahogadas.

Allí el viento azul la dejó preñada, llena de ondas marinas en un vaivén de arenas blancas se fue formando su cuerpo, se fue armando la arquitectura del agua.
Hasta donde abarcaba la mirada se decía la vida, se giraban las lenguas con el ritmo de las olas y fue glorioso el mar embravecido quien la envolvió en una coraza de caracolas.

Una explosión de sonido diluvió entonces el agua, llovió de la playa al cielo, se submergieron las nubes en un aluvión de besos y algas.  

Y quiso que nacieran los mares con sus lágrimas. Y fundieran los versos con el aire y el mundo navegara el cielo inverso en una sinfonía de vida. Esa fue la voluntad de Eva. La mayor victoria que recuerdan los siglos sobre la nueva tierra.


Así vivió cien mil años Eva, sola, en el paraíso. 

                                                                                      ( Delmundo Milà de "Viaje a los confines de la nada")