miércoles, 11 de abril de 2012

1. "La crisis"

Hubo un tiempo que convinieron en llamar "la crisis" (como si la crisis fuera un virus desnudo que asoma repentinamente su exoesqueleto de realidad). Palabra griega que como tantas otras se acomoda a los hechos con distinta suerte que origen, en un doble nacimiento. Las palabras no debieran nacer dos veces. Pudo ser a finales del segundo milenio, en esta convención antigua de segregar las cosas, cuando los hombres se sucedían unos a otros inmersos en un engranaje dentado de angustias, de sinrazones, de días envueltos en grasa ocre por el artilugio de la vida que giraba hacia un punto imaginario que llamaron felicidad.
Los menos, escapaban de esta esclavitud a duras penas no sin pagar un alto precio por la osadía de lo que era uso, costumbre y aún creencia de los muchos en suponer que tal abandono conducía a un estado de la nada llamado libertad, tan peligroso.
Se trataba de vencer al tiempo. Un ente de sustancia etérea incapaz de ser descrito por las palabras. Éstas se significaban unas a otras ya que solas carecían de sentido. Para usarlas como armas arrojadizas se levantaron torres gigantescas de ideas hasta los mismos muros que se creía bordeaban los límites de felicidad, (un estado cada vez más pequeño según las últimas mediciones realizadas al efecto), donde a menudo se refugiaba el tiempo.
Pocas veces se dejaba al azar el más mínimo detalle y cuando pasaba el resultado era fecundo.Se atribuía el suceso a cierto benefactor ultraterreno afecto al espejo de la verdad. Y la pregunta iba de boca en boca llenando el vacío cotidiano que deja el miedo sin respuesta. "¿Hasta cuando?".

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