martes, 29 de octubre de 2024

En Yátova, donde no existe el olvido.

Cuando la tarde del viernes me dirigía a Yátova para presentar mi último poemario en el viejo lavadero, me asaltaba un río de memoria y vida. Soy una persona con una visión comarcal del territorio que amo y pueblo hasta perder el norte, una red espacial que he ido tejiendo involuntariamente y que, de vez en cuando, me atrapa con el arrebato preciso de la palabra. Las palabras son así: piedras de memoria colectiva con las que construímos nuestros relatos como seres humanos, lavamos en los ríos de la vida y las volvemos a rodar hechas verbo en un movimiento circular no sé si uniformemente acelerado. Hasta que alguien las recupere de nuevo, les de el sentido justo en ese bello entramado de átomos y deseo, comparta estructuras que hablen de los suyos y de su futuro-pasado. Escribir es mantener el tiempo ordenado, al menos un momento. Construir memoria es el viejo lavadero, donde no existe el olvido, entre libros, con la corneta de un alguacil pregonando el vacio, la nada, los plomos íberos del Pico de los Ajos. Un viaje a los confines de una geografía comarcal que siempre huele a viernes lluvioso. Es Yátova, es veintinco de octubre de 2024, en esta biblioteca que antes fue lavadero y antes fue antes de dos mil antes y tantos antes... Alguien me dijo, quizás una pareja de extraños tan míos, que no hay mayor felicidad que compartir el tiempo vivido, no sé si uniformemente acelerado por estos espacios que tanto quiero. Delmundo Milà.
Marisa Hernandez Zahonero presentándome al público.
Pepa Gimeno, concejala de cultura de Yátova, presentando una edición más del programa "Otoño cultural", todo un referente comarcal de cultura.
SAX-Addict, Jose Antonio Tello, interpretando al saxo.
El público, a quienes agradezco su presencia y para quienes escribo.
Momento de dedicar el libro. Gracias por escucharme.