Nuestro frondoso valle es como un fiordo en seco sin abetos por donde discurren las aguas que descienden enfurecidas desde las últimas estribaciones de la Sierra de Malacara, cuando llueve, después de sortear barrancadas agrestes y llegar a un mar Mediterráneo que se vislumbra desde lo alto de la Playa Fósil de Carcalín ( tan abandonada y tan bonita).
- ¿Has pensado Milà que si sube el Nivel
del mar estaremos en primera linea de playa?- espetó el cocinero mirándose la punta de los pies suspendidos sobre la Balsa del Partior.
- ¡Entonces Buñol será la California de Europa Eduardo!" .Tú ya no le pondrás cervezas al Cristalero y yo no venderé más pienso de conejos. La Cueva Turche será una cala llena de turistas. El Porselanero venderá sombrillas y tú y yo pescaremos cangrejos.
- ¡Que vaina más gorda Milà!. ( con una sonrisa de resignación).
( Angelines, la mujer de Eduardo, desde la puerta del bar) - ¡ Déjate de charrar y ponle una cerveza al Cristalero que lleva media hora pensando en tí. Está seco!.
Las últimas décadas del siglo veinte llenaron las costas españolas de cemento y especulación, de turismo masificado y enriquecimiento de unos pocos a costa de los sueños húmedos de unos muchos que mendigaban puestos de trabajo y un porvenir de insomnios hipotecados de 70 metros cuadrados, a la "voreta" de cualquier rambla seca. Un sueño americano forjado en el azar de las quinielas y la lotería de navidad como principio ( que siempre le tocaba a cualquier Fabra de Castellón como final).
Aquí, por estas tierras del interior valenciano, con sueños más secos, no vinieron los turistas masificados aunque éramos felices comiéndonos un "mojete estercolaico" ( de morcilla) en la casica de monte, o cuando nos bañábamos en la "Balsa del Hombre sin Cabesa" sin bañador y nos apedreaba cualquier madre pudorosa que no entendía la reivindicación del recien creado " Grupo nudista El Pardalet".
Nos vestíamos de progreso y pantalones Lois, teníamos polvo incrustado en la pátina del alma, los tejados sin nieve y los ríos contaminados a más no poder, "el pito del Gurugú" y el "Economato" de Papeleros, el trapatxo y el tarquín, pero éramos residualmente felices sobre el esplendor de la mierda.
Los sueños son residuos de la memoria en el proceso de construcción de nuestra realidad. El subproducto del día a día. El deshecho de la cotidianeidad. Como en "Los Caprichos" de Goya un no espacio sin tiempo en el que somos protagonistas, casi siempre, de la fantasía de una razón dormida que produce monstruos.
Y los monstruos, a veces, golpean con rabia y mareas líquidas está realidad compartida que habitamos en forma de Gota Fría justiciera.
Y los sueños descompuestos, secos o húmedos, se colmatan de fango, o dejan al descubierto un paisaje descarnado sin raices, sin turistas que llevarnos a la mesa de estos parajes ahogados. Sólo aquellos que fueron capaces de mirar al pueblo desde lo alto pueden contar la desdicha de aquellos que se llevó el desvarío humano.
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