lunes, 1 de mayo de 2017

La estratégia de los objetos.

Si abrimos el horizonte de percepción de lo que es la vida no sólo llegaremos a la certeza universal de que es muy diversa y ubícua, prácticamente presente en cualquier ecosistema terrestre y cosmológico ( de ello dan cuenta los nuevos hallazgos de planetas con posibilidades de albergar vida como la conocemos, sin hablar de los que alberguen vida que desconocemos ) pero esto ya se intuía, sino también la consideración de lo inorgánico como vida en sí misma y de su misma diversidad y ubicuidad.

Conceder de pleno dominio este estatus vital a lo inorgánico supone revolucionar los límites humanos del conocimiento y rehacer la visión biologicista de la evolución que implica una competencia sin fin circunscrita a los límites de unos recursos y un territorio finitos. Es posible entonces que una especie como la humana (que todavía sigue eliminando otras especies que habitan la tierra y asesinando su soporte vital a un ritmo acelerado) pueda evolucionar hacia una conciencia armónica global lejos del caos y la entropía que nos gobierna. La complejidad que tiende al orden. La humanidad que crea y no destruye a golpes de martillo. El encaje de la tecnología como herramienta necesaria de la evolución.

Una nueva frontera que alimente la conexión hasta ahora inexplorada de las interacciones entre lo que hemos llamado vivo y muerto, materia orgánica e inorgánica. Si al final todo es cuestión de movimiento voluntario y masa porqué no pensar que una sencilla piedra tiene un ritmo y una estrategia diferente y extraña a nuestras ecuaciones lógicas, por otro lado tan arbitrarias como nuestro envoltorio ideológico.

 Por ahí andarán los tiros en un futuro cercano de la vida. Un aluvión de certezas que tienden a considerar  el todo como partículas que surgen de la nada y crean vida. Ya hemos empezado con el Bossón de Higgs, la antimateria y las extrañas señales de radio que llenan el espectro inaudible del universo, por no hablar de cometas que parecen cantar y horizontes de sucesos sin vuelta atrás que fagocitan el espacio tiempo como un Saturno que devora a sus hijos.

El individuo asiste perplejo a un cambio de paradigma ( estructuras grupales cambiantes, leyes científicas superadas, ideas políticas sin tiempo para sucederse, tecnología del pasado ayer , relaciones sociales con otros individuos también asustados)  que le provoca una evasión mental cuya consecuencia es la aceleración del cambio y la constatación forzada de la extrema valía del uso del tiempo como objeto de cambio.

¿Será esa extraña estrategia de los objetos la piedra filosofal que alimenta el cambio?.

                                                                                                   (Delmundo Milá, 2017)

                                                                     

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