sábado, 18 de febrero de 2017

Con los pies de barro.

El creador limpió una gota de sudor que caía por su frente despues de pensar el último cartílago. La idea estaba clara, sólo tenía que ordenar su voluntad para dar forma al neonato y no podía cometer los mismos errores que antaño le había llevado a la incomprensión de su vasta obra. No había espacio para el fracaso. Y aunque el universo que él llamó caos necesitaba urgentemente una especie nueva para dominar las bestias que campaban a sus anchas aquella extraña roca líquida, no es menos cierto que debía conjugar materia con libre albedrío para asegurar el éxito de su creación.
Antes ya intentó dar sentido al modelo y todo quedó en un boceto colgado del techo. Bello pero muerto, sin la ilusión hueca del alma vibrando con las trompetas del verbo. Allí estaba él alargando su mano para llenar de vida al novicio.
Y pensó que no era bueno dejar la idea al fresco y se puso manos a la obra en el torno del barro. Y pensó que no era bueno armar un esqueleto de silicio y machacó con vehemencia en un cuenco el duro carbono hasta hacerlo tan fino como el polvo.
Y así batiendo con fuerza idea y polvo surgió la ira en un golpe seco. De la rabia que dejan las esquirlas clavadas en la piel del deseo formó brazos, tronco y cinceló el torso con la forma de un cuerpo.
Y pensó que no es bueno dejar las cosas sin movimiento y moldeó las piernas con un sencillo gesto. Y dispuso sobre los hombros la cabeza a semejanza suya y la llenó de sueños que alimentaran su ego y vio entonces que faltaba algo y encendió sus ojos con la luz del cielo.
El invento estaba hecho. Lleno de gloria descansó el creador cansado. Echó a andar entonces la criatura sola por el mundo con los pies de barro....    

                                                                       Delmundo Milà. (de "Viaje a los confines de la nada")