domingo, 8 de julio de 2018

Vino al mundo


Vino al mundo por una contracción del mundo,
cuando las cosas todavía no llevaban nombre y los nombres no existían sino en el lado más remoto de los silencios,
cuando los árboles advertían a las aves de un nuevo albor para las aves y los cielos rojos demoraban los días en espera de viento,
cuando los otros yacían expectantes sobre la cara oculta de la tierra y el deseo dibujaba nubes sin sombras en un espacio infinito.

Vino al mundo por una sucesión de noches que iban cayendo una a una sobre el principio de una saga, sobre el inicio de una cadena que no tenía eslabones donde encerrar la libertad, y poder tensar las esperas para amarrar la memoria.

Vino al mundo por que otros lo llamaron y en la voz todavía clara se arremolinaban las sílabas de un lenguaje incierto.

Vino al mundo para sentirse junto a los otros, que lo amaron sin saber siquiera su nombre en un mundo en el que se batían en fuga la necesidad y las piedras como lenguas de fuego.

Y cuando vino miró su hambre y su cansancio y una lluvia láctea se derramó por sus labios como lluvia de seres que desgajaran su esencia, y la sensación de cuerpos que se rozan uno junto al otro sin apenas tocarse fue el primer contacto.
 Y luego extendió la palma de sus manos y un vértice rugoso le traspasó la piel como sucesión de arrebatos sin movimiento, como un impulso vital para una secuencia aterciopelada e incierta.

Y una mirada limpia se reflejó en las caras de los otros todavía difuminadas por una luz sin punto de fuga.
Y surgieron las formas  de un claroscuro como quien viese nacer la primera memoria.

                                                                                                                                a Marc, mi hijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario