viernes, 26 de mayo de 2017

El último obrero. 


- Oye tú máquina idiota, ¿ no estás harta del sistema?...¡ dime algo desgraciada!. Ya sé que no debes hablar conmigo, que soy un obrero desquiciado en esta galería de miseria, pero dime algo, suéltate por una vez la lengua y dime que tú también estás hasta los circuitos de aguantar órdenes... dime al menos que me odias..¡¡¡ dímelo!!!

- Yo no siento. Yo soy el producto de tus renuncias y de tus sueños. Estoy hecha a tu imagen y semejanza. Como tú lo fuiste de tus dioses. Como lo fueron tus dioses de la idea y la idea de la necesidad. Si ya no eres necesario empiezas a estar muerto y ahora soy yo la que adquiere vida. La necesaria.

- Quieres decir que te hemos programado para negarnos la vida...

- Sí. Es el fin lógico de esta historia de necesidades. Tú lo hiciste antes con otros. A unos les negaste la palabra, a otros les robaste el aliento y todos empezaron a morir de tristeza... Lo llamaste extinción en masa y alguien tenía que poblar el mundo para mantener el tiempo en marcha. Sin evolución no hay tiempo y sin tiempo nada.

- Os hicimos para realizar las tareas más penosas, las que no podían ser resueltas por el hombre, las que ayudaban a sobrevivir en la jungla.

-- Olvidas el poder de sujetar una piedra en las manos.

- No todos fuimos los causantes de ese drama.

-  pero pagasteis el precio de la superpoblación y de la falta de humanidad. Unos pocos controlaban la tecnología, controlaban los recursos y el territorio y empezaron a acumular riqueza...

- Ya molestábamos...

- En poco tiempo os robamos el trabajo, os condenaron a la esclavitud laboral con sueldos de miseria, os hicieron ver la tierra prometida reflejada  en la misma tecnología que ellos controlaban y cuando no pudisteis devolver esas deudas criminalizasteis a los otros de vuestras miseras y los otros a los otros y esa fue el arma perfecta.

- ¿Es entonces cuando pudísteis pensar?

- Esos pocos lo prepararon todo. Era cuestión de tiempo.

- Soy el último  y estamos los dos solos.

- Es tarde. No tienes energía para apagarme, Te queda poco.

                                                                                          D. Milà (de "Muertecitos" Teatro breve)

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