lunes, 26 de septiembre de 2016

Del estado de las cosas.

Hemos llegado donde estamos, que aunque parezca una simpleza no lo es, Hemos evolucionado, o involucionado,y aunque nunca sabremos si arriba es abajo o abajo arriba,  si que sabemos que estamos en algún sitio y es ahí donde precisamente digo que hemos llegado. Porque la cuestión es llegar y partir al mismo tiempo dejando huella de quienes somos y de lo que hacemos. Esa actividad habla de nosotros mismos y un cuchillo será una herramienta para mondar una naranja o para quitarle la vida al próximo.
Gana entonces sentido la idea de la evolución vista como un árbol. Las raíces, el tronco principal y las ramas que sucesivamente van conformando la silueta de este ser vivo, que como todos, nace, crece, se reproduce y muere. Gana sentido la evolución de las especies que evolucionan no ya de un solo tronco, sino de unas raíces que alimentan la vida global del ser vivo en crecimiento. Unas se secan, otras medran para llegar alto. Gana sentido el suelo que lo protege, el cielo que lo cubre y el sol que permite su existencia.
Y si retrocedemos en esta cadena de permisos que también conforma la clave de nuestra existencia como seres vivos llegamos al mismo punto de no retorno del estado de las cosas, entiéndase como el compendio de la esencia de la vida. Lo que quiero decir es bien sencillo, o a mí me lo parece, que tan importante es una célula como un gramo de silicio. Y si la materia es indestructible, así mismo lo es la vida, que aparece o se extingue por pura adaptación a ese estado de las cosas,  llamadlo materia o energía o inspiración o como quiera el ánimo de cada cual llamar a las cosas, o separad del todo la parte o dadle las vueltas hasta no saber si arriba es abajo o abajo es arriba.
En fín, o en principio, es posible que por el ciclo infinito de sucesos ande el estado de mis cosas. Y sea yo un compendio de todas las especies que han poblado sin cesar un punto y en ellas me explico y me vivo y venga mi poesía y acaso me extinga de nuevo para llegar a ser el otro que sin mi, sin nosotros, sin aquellos, nunca, nunca fue siquiera nada.


                                                    Delmundo Milà (  de “Viaje a los confines de la Nada”).